Metaxu: Investigación Filosófica

11.4.08

Escepticismo y libertad en la Fenomenología del espíritu

Maximiliano Basilio Cladakis
Introducción

El capítulo IV de la Fenomenología del Espíritu nos habla de la aparición de la autoconciencia y su despliegue. Esta representa, según Hegel, “el reino propio de la verdad” [1] . El saber no es aquí saber de un objeto independiente, de un objeto en sí, sino que es saber de sí mismo. La autoconciencia es, en este sentido, un retorno a sí mismo luego de haberse perdido en el ser otro, un retorno que recoge los momentos anteriores, los asimila y hace propios, a la vez que los supera.

Hegel ubica el surgimiento de esta figura del saber en la “dialéctica del amo y del esclavo” en la que la conciencia esclava luego de ser doblegada iniciará un despliegue que representará el momento de su libertad. Paradójicamente, será en esta experiencia de esclavitud donde la autoconciencia sea libre. Hegel señala que mientras la conciencia vencedora se vuelve un puro yo abstracto, la vencida al formarse en el mundo del trabajo se convierte en sustancia pensante, lo que equivale a ser libre. “Pues pensar se llama a no comportarse como un yo abstracto sino como un yo que tiene al mismo tiempo el significado del ser en sí, o el comportarse ante la esencia objetiva de modo que esta tenga el significado del ser para sí de la conciencia para la cual es”[2] .

Este despliegue de la autoconciencia atraviesa a su vez tres momentos: el del estoicismo, el del escepticismo y el de la conciencia desventurada. Cada uno de ellos surgirá a partir de su antecesor superando sus contradicciones. Así, el último de estos, la conciencia desventurada, será de donde surja una nueva figura, la Razón.

El siguiente trabajo tiene, por tanto, como propósito exponer la manera en que Hegel presenta al escepticismo como momento de la libertad de la autoconciencia. Para ello observaremos la manera en que este se origina a partir del estoicismo y de como desemboca, él mismo, en la conciencia desventurada. Sería imposible tratar dicho tema siendo indiferentes con estos dos momentos ya que solo puede ser comprendido a partir de ellos. El carácter plástico, casi teatral, de la Fenomenología hace que cada momento sea una escena que se sucede a la otra; y hace también que cualquier aproximamiento a un tema particular (como el que nos proponemos a realizar en las siguientes líneas) sea solo parcial puesto que la obra daría la impresión de ser un gran drama donde cada figura tiene su lugar dentro el todo.


Escepticismo y estoicismo

El estoicismo es el momento en que según Hyppolite la autoconciencia pasa de ser autoconciencia viviente a autoconciencia pensante[1]. En efecto, Hegel nos dice que el estoicismo postula una duplicación del mundo en la que por una lado se encuentra el mundo de la apetencia y el trabajo y por otro el del puro pensamiento. El origen de esta duplicación se da en la experiencia de esclavitud padecida por la conciencia que fue vencida durante la lucha por el reconocimiento. Subsumida en el mundo del trabajo, la conciencia esclava establece que “algo solo tiene para ella esencialidad o solo es para ella verdadero y bueno cuando la conciencia se comporta en ella como esencia pensante”[2]. El sufrimiento en el mundo donde ella solo es “sierva”, mera propiedad del amo, la lleva a postular un mundo donde no importan ni el “trono” ni las “cadenas”, un mundo al que le adjudica el rango de “real”, en el cual ella no es ni autoconciencia ama ni autoconciencia esclava sino autoconciencia “pensante”.

El mundo de la apetencia y el trabajo es, entonces, negado por medio del pensamiento y en esto radica la libertad de la autoconciencia, la cual debe ser siempre entendida como libertad de pensamiento. Sin embargo Hegel señala que tal negación, y por tanto tal libertad, se mantiene abstracta ya que solo es negación por desinterés y no una negación efectiva*. Lo que sucede es que la multiplicidad que implica el mundo de la vida es reducida a la diferencia con la sustancia pensante. En este sentido la autoconciencia lleva en ella el ser otro de la naturaleza pero solo como diferencia pensada. El mundo de la vida es tomado como lo otro de la esencia pensante, como aquello de lo que la autoconciencia se retira para replegarse sobre sí misma, y únicamente es reconocida en este ser otro, como lo diferente al pensamiento pero que está en él como diferencia.

Hegel observa que esta libertad no solo es abstracta sino también vacía con respecto al ser ahí natural.


“La libertad en el pensamiento tiene solamente como su verdad el pensamiento puro, verdad que, así, no aparece llena del contenido de la vida, y es, por tanto, solamente el concepto de libertad y no la libertad viva misma, ya que para ella la esencia es solamente el pensamiento en general, la forma como tal, que, al margen de la independencia de las cosas, se ha retraído a sí misma.” [3]

El objeto del pensamiento en el estoicismo es el mismo pensamiento, todo contenido que no sea él mismo solo es pensado como lo otro. La esencialidad corresponde al pensamiento, no a la multiplicidad dada en la naturaleza. Hegel señala que esta postulación realizada por la autoconciencia acerca de que la esencia es solo esencia pensante si bien es el momento de la libertad de la autoconciencia observa también que esta libertad, abstracta y vacía, es lo que termina por generar hastío en tanto al sostener únicamente la igualdad del pensamiento consigo mismo no da la posibilidad de una expansión en el conocimiento. Hegel se refiere a esta ausencia de contenido del pensamiento como “la forma en que la pura nada se determina”[4] . El pensamiento, pues, se determina a sí mismo pero lo hace en su abstracción y de manera vacía. En este punto, hace mención al fenómeno histórico del estoicismo** al cual cuando se le preguntaba sobre lo bueno y lo verdadero, daba por respuesta que lo era el pensamiento general (aquí podemos suponer que este “pensamiento general” se encuentra ligado a la doctrina estoica del logos), sin embargo el problema surgía al preguntarle acerca del criterio para establecer la verdad, cuestión que hacía que “el estoicismo cayera en la perplejidad”[5].

Como dijimos, el estoicismo extremo culmina en el hastío ya que en él el pensamiento solo puede recaer sobre sí mismo. A partir de este hastío surge el escepticismo como “la realización de aquello de que el estoicismo era solamente el concepto”[6]. Lo que aparece aquí ya no es la libertad vacía y abstracta sino la libertad real. En el escepticismo, pues, la autoconciencia se dirige a la multiplicidad del mundo para negarla. Kojeve observa que el estoico pasa a ser escéptico cuando se revela como ilusoria su libertad. El intérprete ruso utiliza en este punto como sinónimos “escéptico” y “nihilista” pues lo que hará la autoconciencia en este momento de su despliegue será negar la existencia misma del mundo exterior.

Lo cierto es que Hegel sostiene que mientras en el estoicismo la negación del ser ahí natural se daba a partir de la indiferencia de la autoconciencia la cual se hallaba a su vez replegada sobre sí misma, con el escepticismo esta figura del saber se dirige hacia el mundo de manera efectiva.

“Con la reflexión de la autoconciencia en el simple pensamiento de sí misma el ser allí independiente o la determinabilidad permanente se sale con respecto a ella, de hecho, de la infinitud; ahora bien, en el escepticismo devienen para la conciencia la total inesencialidad y falta de independencia de este otro; el pensamiento deviene el pensar completo que destruye el ser del mundo múltiplemente determinado, y la negatividad de la autoconciencia libre se convierte ante esta múltiple configuración de la vida, en negatividad real.”[7]

La libertad del estoicismo da paso, por tanto, a la libertad del escepticismo, la cual es a su vez la libertad de pensamiento real. Si bien el estoicismo negaba al mundo su negación se realizaba de manera “indirecta”. La conciencia estoica se replegaba sobre sí misma siendo indiferente para con el ser ahí natural. En su devenir sustancia pensante el objeto de su pensamiento era el pensamiento mismo. Ahora, con el escepticismo, la conciencia se abre al mundo para negarlo, el pensamiento toma de este su contenido y lo niega. La libertad de pensamiento, en tanto negación, cobra en este momento su ser más concreto. Ya no se trata de ser indiferente con el ser del mundo sino de destruirlo***



Libertad absoluta, negación absoluta

El escepticismo se nos presenta como el momento de la libertad de pensamiento real de la autoconciencia.

“Claramente se ve que así como el estoicismo corresponde al concepto de la concienciaindependiente, que se revelaba como la relación entre el señorío y la servidumbre, el
escepticismo corresponde a la realización de esta conciencia, como la tendencia negativa ante el ser otro, es decir, a la apetencia y al trabajo.”[9]

Lo que vemos en esta frase se corresponde a lo venimos diciendo desde el punto anterior: la libertad debe entenderse en el sentido de negación. La conciencia escéptica representa la negación ante el ser otro del mundo. La autoconciencia, que pasó de ser autoconciencia esclava a autoconciencia pensante, se comprende ahora como lo único que posee esencialidad. A lo que se presenta como distinto a ella le es negado el ser. Anteriormente, cuando hablamos del estoicismo, dijimos que las diferencias dadas en la multiplicidad del ser ahí natural eran abstraídas reduciéndose a la simple diferencia con la autoconciencia. Con el escepticismo, ya no hay un abstracción sino que la pluralidad de diferencias es tomado como lo otro de ella. La abstracción deja de ser tal y todo ente es el que pasa a ser considerado como diferencia.

Este momento representa, por tanto, la negación de lo que era esencial en la relación amo-esclavo, por lo cual esta resulta negada de manera efectiva. Los dictámenes del amo que pasaban a ser preceptos morales que el esclavo debía de obedecer pierden esencialidad. La relación mencionada es disuelta por la conciencia que se presenta como lo inmutable y absoluto, como lo único que posee esencialidad.

Hegel diferencia el estoicismo como momento de negación de la autoconciencia de lo dialéctico tal como se presentaba de modo inmediato. Si bien ambos representan negatividad para este último la negación se mostraba como algo distinto a la conciencia, como algo fuera de ella y “a lo que estaba entregada”[10], mientras para el primero es la conciencia misma la que niega al mundo.

Labarriere sostiene que si bien el escepticismo se enfrenta al mundo este enfrentamiento no es total ya que la conciencia se reserva “la comodidad de retirarse a su interior cuando se encuentre demasiado directamente cuestionada por esta confrontación con la objetividad”[11]. Precisamente con lo que se enfrenta la conciencia escéptica es con lo objetivo en cuanto tal; sin embargo quedaría por ver si es esta objetividad la que la cuestiona.

Lo objetivo, pues, no solo es negado sino que lo es también “su propia actitud ante ello, en la que lo objetivo vale y se hace valer en cuanto tal (…); a través de esta negación autoconciente, la autoconciencia adquiere para sí la certeza de su libertad”[12]. La conciencia escéptica, por tanto, niega toda posibilidad de validez del mundo objetivo al negar su actitud de revalidar dicho mundo. Si antes reconocía el ser de lo objetivo, lo que ocurre en este momento de su despliegue es que asume el rol de ser ella misma la condición de posibilidad de la validez del mundo. El mundo objetivo tendrá validez solo si ella lo reconoce como tal.

Hegel señala que es en esta negación del mundo donde la autoconciencia tiene la certeza de su libertad. Justamente dicha certeza se obtiene al negar el ser otro y el reverso de esta negación no es sino la afirmación de sí misma. A medida que la autoconciencia niega al mundo se afirma a ella misma en su libertad. Al ser la negación de carácter absoluto, la libertad de la autoconciencia será también absoluta.

“Por tanto, la autoconciencia escéptica experimenta en las mutaciones de todo cuanto trata de consolidarse para ella su propia libertad como una libertad que ella se ha dado y mantenido; la autoconciencia escéptica es para sí esta ataraxia del pensamiento que se piensa a sí mismo, la inmutable y verdadera certeza de sí misma.”[13]

La multiplicidad que se da en el ser ahí natural es siempre mutabilidad. El mundo, los entes que lo pueblan, padecen constantemente cambios y transformaciones. Frente a esto la autoconciencia se reconoce a sí misma como lo único inmutable, como lo que es de manera absoluta. Es durante el escepticismo donde, a través del reconocimiento de su inmutabilidad, la conciencia tiene realmente certeza de sí.

Kojeve hace un interesante aporte a la cuestión diciendo que el escéptico “puede pensar el yo sin pensar el mundo; se puede en consecuencia destruir este sin destruirse a sí mismo, por lo menos en y por el pensamiento”[14]. Podría entenderse, entonces, que en el escepticismo, la autoconciencia se sabe independiente del mundo, sin embargo el proceso por el cual llega afirmarse de esta manera es a través de su enfrentamiento con el mundo en cuestión. Tal vez sea más acertado decir que el escéptico se reconoce como independiente del ser ahí natural en la medida en que puede destruir la esencialidad de este. Lo absoluto de la autoconciencia no se plantea en forma independiente con el enfrentamiento con el mundo, sino que surge de él. El escéptico se reconoce en su esencialidad “fuera” del mundo en tanto niega a este.

Sin embargo si bien Hegel señala que en este momento de su despliegue la autoconciencia se vuelve lo universal y necesario mientras todo ente se considera como lo meramente contingente y particular, dicha cuestión será lo que lleve a una nueva transformación de esta figura del saber.

“Esta certeza no brota de algo ajeno que haga derrumbarse en sí misma su múltiple desarrollo, como un resultado que tuviera tras sí su devenir; sino que la conciencia misma es la inquietud dialéctica absoluta, esa mezcla de representaciones sensibles y pensadas cuyas diferencias coinciden y cuya igualdad se disuelven también de nuevo, ya que es ella misma la determinabilidad con respecto a lo desigual.” [15]

Por un lado, tenemos, pues, que la conciencia es lo absoluto, inmutable y necesario, lo único que posee realmente esencialidad; sin embargo es en ella donde se dan las representaciones de los entes que constituyen el ser ahí natural, son estas las que conforman su contenido. La conciencia escéptica realiza una diferenciación entre su inmutabilidad y la mutabilidad de dichas representaciones pero ella misma se halla inmersa en ellas. La conciencia entra, entonces, en contradicción consigo misma, reconociéndose como algo contingente y particular.

La duplicación de la conciencia

Hegel señala que la autoconciencia escéptica se duplica, choca consigo misma, en tanto se reconoce como lo absoluto a la vez que se sabe como pura contingencia

“Pero, del mismo modo que se hace valer así como vida singular y contingente, que es, de hecho, vida animal, y autoconciencia perdida, se convierte al mismo tiempo, por el contrario, en autoconciencia universal e igual a sí misma, ya que es la negatividad de todo lo singular y de toda diferencia. De esta igualdad consigo misma o más bien en ella misma recae de nuevo en aquel estado contingente y en aquella confusión, pues precisamente esta negatividad en movimiento sólo tiene que ver con lo singular y se ocupa solamente de lo contingente.”[1]

La conciencia escéptica niega al mundo desde su esencialidad, desde su inmutabilidad y es en esa negación del mundo donde se reconoce como contingencia que es en el mundo que niega. Al negar el mundo se sabe a sí misma “en el mundo”.

La conciencia escéptica se reconoce a sí misma como una contradicción, en tanto, por un lado, es lo absoluto pero, por otro, es también una contingencia. Hegel señala que “proclama la nulidad del ver, el oír, etc. y ella misma ve, oye, etc.”[2]. Esto hace que la conciencia se transfigure constantemente yendo de un extremo al otro. Si negaba al ser ahí natural por la desigualdad ante sí misma, ahora esta negación se transforma en autonegación ya que ella es también desigual consigo misma. Hyppolite dirá al respecto que “la ironía escéptica se revuelve sobre sí misma”[3]

En este sentido, podemos decir que es la propia libertad de la conciencia escéptica la que se vuelve contra sí misma, y esto la lleva a desdoblarse, a duplicarse. La misma conciencia padece una dualidad, una dualidad que es contradictoria. Así como anteriormente la oposición se daba en la relación “amo-esclavo”, la oposición se da en este momento en la misma conciencia. Lo que niega es lo mismo que lo que es negado; absoluto y contingente pasan a ser atributos de una misma conciencia, excluyéndose mutuamente.



“En el escepticismo, la conciencia se experimenta en verdad como una conciencia contradictoria en sí misma; y de esta experiencia brota una nueva figura que aglutina los dos pensamientos separados por el escepticismo. La carencia de pensamiento del escepticismo acerca de sí mismo tiene necesariamente que desaparecer, ya que es en realidad una sola conciencia que lleva en sí estos dos modos”[4].

La conciencia escéptica padece este desdoblamiento. Sin embargo no logra pensarse a sí misma como una unidad. Se encuentra, pues, imposibilitada de concebir que ella es necesaria y contingente a la misma vez. Hegel llama por esta razón al escepticismo “el vértigo de un desorden que se produce frecuentemente”. Así también, el filósofo alemán observará una necesidad de que tal “vértigo” desaparezca. Esta “desaparición” se dará a partir del surgimiento de un nuevo momento que efectivamente podrá pensarse como una unidad que contiene en sí misma una oposición: la conciencia desventurada.

“De este modo, la duplicación que antes aparecía repartida entre dos singulares, el señor y el siervo, se resume en uno solo; se hace de este modo presente la duplicación de la autoconciencia en sí misma, que es esencial en el concepto del espíritu, pero aún no su unidad, y la conciencia desventurada es la conciencia de sí como de la esencia
duplicada y solamente contradictoria.”[5]

La conciencia desventurada es el momento del despliegue de la autoconciencia donde esta se reconoce en su desdoblamiento. El “vértigo” del escepticismo da paso a la conciencia de sí de dicho desdoblamiento. Hegel señala, sin embargo, que aún la autoconciencia no se reconoce como la unidad que encierra tal oposición antagónica (esto ocurrirá recién bajo la figura del espíritu), sino que padece este desgarro siendo a su vez lo absoluto y lo contingente, siendo ella misma contradictoria. Algunos autores ven en la conciencia desventurada el momento del cristianismo en la cual se sufre el ser al mismo tiempo finito e infinito, divino y mortal. Sin embargo este problema excede los objetivos propuestos para nuestra breve exposición.


Conclusiones

El escepticismo representa el momento de la libertad absoluta y real de la autoconciencia. Surge del hastío de estoicismo (en el cual el pensamiento se replegaba sobre sí mismo y, por tanto, solo podía pensarse a sí mismo) para realizar la negación del mundo de manera efectiva. El estoicismo, pues, lo negaba indirectamente al serle indiferente, en el escepticismo la autoconciencia saldrá de sí misma para enfrentarse con él.

Hemos visto que en este momento del despliegue de la autoconciencia es destruida la esencialidad el ser ahí natural, constituyéndose la propia autoconciencia como lo único verdadero. Sin embargo, este “triunfo” de la autoconciencia será lo que la lleve a su propia “desgracia”. Hegel nos indica la manera en que la libertad escéptica termina volviéndose contra sí misma: la autoconciencia niega toda mutabilidad, toda desigualdad que rige el mundo, pero se sabe, a su vez, ella misma dentro del mundo, y, por tanto, mutable y desigual consigo mismo. La conciencia se desdobla, se duplica, padece el desgarro de su ser más íntimo, reconociéndose, en un momento, como lo universal y necesario y, en otro, como lo contingente y particular. Ella es un “vértigo” y se padece como tal. La conciencia desventura surgirá de dicho vértigo reconociéndose a sí misma como oposición contradictoria.

La interpretación hegeliana de la libertad queda bien clara en los parágrafos expuestos. La libertad es negación, negación hacia el ser ahí natural, hacia lo dado, y esta negación es aquello por lo que la autoconciencia tiene verdadera certeza de sí, pero es también por lo que se desdobla y padece. El escéptico al afirmarse como esencialidad termina por negarse a sí mismo.

Tal concepto de libertad va influir de manera determinante en la filosofía posterior a Hegel. Creemos que sería interesante, en un posible trabajo futuro, investigar la relación entre las tesis hegelianas y las de pensadores finales del siglo XIX y de la primera mitad del XX., como, por ejemplo, Kiekegaard, Sartre, Jaspers, o sea de los que en algún momento fueron considerados los pensadores claves del existencialismo. Pues aún cuando algunos de estos se reconocieron a sí mismos como “anti-hegelianos”, sin lugar a dudas esta idea de la libertad como negación y desgarro influyo en ellos en sobremanera.



Bibliografía:

- Hegel, G. W. F., Fenomenología del Espíritu, Trad: Roces, Wenceslao, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1966.

- Hyppolite, Jean, Génesis y estructura de la f Fenomenología del Espíritu de Hegel, trad: Fernández Buey, Francisco, Península, Barcelona, 1974.

- Labarriere, Pierre-Jean, Fenomenología del Espíritu de Hegel, trad: Hirata, Guillermo, Fondo de Cultura Económica, México, 1985.

- Kojeve, Alexandre, La dialéctica del amo y del esclavo, trad: Sebreli, Juan José, La Pléyade, Buenos Aires, 1987.






[1] Ibíd., p. 126
[2] Ibid., p. 127
[3] Génesis y estructura de la Fenomenologia del Espíritu de Hegel, p.170
[4] Fenomenologia del Espíritu, p.127.
[5] Ibíd., p. 128
[1] Hyppolite, Jean, Génesis y estructura de la f Fenomenología del Espíritu de Hegel ,trad: Fernández Buey, Francisco, Península, Barcelona, 1974, p. 162.
[2] Fenomenología del Espíritu, p. 122
* Kojeve en este punto agrega que esta es una libertad abstracta porque el estoico no actúa contra el amo, no se rebela en busca del reconocimiento para lo cual no debería aislarse de la naturaleza sino volver a ella y transformarla.
[3] Fenomenología del Espíritu, p. 123
[4] Ibid., p. 124
** La cuestión acerca de en que forma se corresponde la figura del estoicismo entendido como momento del despliegue de la autoconciencia con el movimiento filosófico nacido en el período helenístico y que tuvo su akmé en la época imperial de Roma es algo que excede el intento de nuestro trabajo y a lo que no nos sentimos en condiciones de responder.
[5] Ibid., p. 124
[6] Ibid., p. 124
[7] Ibíd, p. 124.
*** En este último punto hay que aclarar que la destrucción del ser mundo no implica acción alguna (en tanto entendamos “acción” en el sentido de praxis o de la transformación material del mundo). La conciencia escéptica lo que hace es negar la esencialidad del mundo no reconociendo su ser. Este momento no es, por tanto, sino el de la libertad de pensamiento el cual se expresa de manera “real” en la negación, “real” porque se despliega de manera efectiva sobre lo que niega y no porque cometa acciones en su contra. El escepticismo, pues, es “la experiencia real de lo que es la libertad del pensamiento; esta es en sí lo negativo y tiene que presentarse necesariamente así”[8]


[9] Ibíd., p. 125
[10] Ibíd., p. 125
[11] Labarriere, Pierre-Jean, Fenomenología del Espíritu de Hegel, trad: Hirata, Guillermo, Fondo de Cultura Económica, México, 1985, p. 194.
[12] Fenomenología del Espíritu, p. 126.
[13]Ibíd.,. p.126.
[14] Kojeve, Alexandre, La dialéctica del amo y del esclavo, trad: Sebreli, Juan José, La Pléyade, Buenos Aires, 1987, p.67.
[15] Ibíd., p. 126
[1] Hegel, G. W. F. , Fenomenología del Espíritu, Trad: Roces, Wenceslao, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1966, p. 107
[2] Ibid., p. 122